Pesadilla generacional americana

!Planck_CMB.jpgRadiación de Fondo de Ansiedad. Cortesía de la ESA, misión Planck, 2015.

Hay un patrón mental que es responsable de la mayoría de mis ansiedades. A pesar de haberlo sufrido desde hace años, no he sido capaz de captarlo hasta hace poco. Como Penzias y Wilson cuando midieron por primera vez la radiación de fondo de microondas, yo también pensé que era sólo un poco de caca de pájaro. Pero va a ser que no: está ahí para quedarse.

Los factores que lo desencadenan son diversos. Por ejemplo, cuando interactúo con alguien en su trabajo, me pregunto automáticamente si a mí me gustaría ese trabajo. O cuando veo un concierto o leo algún libro que me gusta especialmente, me digo, con amargura, que yo también podría haberlo hecho. O cuando escucho a un amigo relatarme lo contento que está en su empleo, mi envidia es más intensa de lo normal. Las narraciones coming-of-age me emocionan más que al resto y, seguramente, más de lo que deberían. También, según me dicen, tengo una cantidad poco habitual de ideas de negocio, de cosas que escribir, de temas que estudiar, y, en general, de proyectos en los que embarcarme. Todas estas son manifestaciones de la misma radiación de fondo de ansiedad.

Con independencia de cómo hayan sido desencadenados o bajo qué forma se presenten, todos estos pensamientos son atraídos hacia una misma espiral descendente. Esa espiral, en ausencia de otras fuerzas externas, siempre culmina en la misma idea, o en alguna variación menor. Tienes x años ya. Hasta ahora no has hecho nada importante. ¿Qué vas a hacer con tu vida?

He de admitir que me siento incómodo escribiendo esto. Y creo que es porque, por mucho que lo reescriba, las palabras me parecen excesivas, dramáticas, como ponerle una sudadera de rapero a un niño. Dudo, por encima de todas, con la palabra ansiedad; parece que es tres tallas mayor que lo que quiero que represente. Pero supongo que estos patrones rumiadores se han vuelto tan frecuentes que ya me he acostumbrado; supongo que ansiedad es la palabra adecuada.

Me atrevo aquí a afirmar que esta ansiedad no es sólo mía. Creo que es un problema generacional.

El joven que busca su sitio en el mundo es un tema recurrente en la historia del arte. Pero las condiciones en las que la mayoría de nosotros hemos crecido son distintas a épocas anteriores. Estas condiciones han puesto más presión y han acentuado el dolor. Tenemos tatuado en los intestinos una versión moderna del sueño americano. Creemos que, con suficiente esfuerzo, podríamos lograr cualquier cosa. Impossible is nothing, just do it. El atleta que acaba de ganar la medalla de oro coincide con el empresario exitoso cuando le piden recomendaciones para los jóvenes: persigue tus sueños. Somos individualistas, y preferimos las explicaciones basadas meramente en las capacidades individuales. Es decir, pensamos que tanto el fracasado como el exitoso lo son por sus propios méritos. El punto de vista sistémico, las circunstancias económicas y sociales del individuo y la suerte que ha podido tener no participan de la explicación. Por ejemplo, admiramos a empresarios hechos a sí mismos e instintivamente condenamos con igual fuerza a los mendigos.

Esta perspectiva es, en términos históricos, muy nueva. Este es un collage que he hecho de L'existentialisme est un humanisme, que Sartre publicó en 1946.

El hombre, tal como lo concibe el existencialista, (...) empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho. (...) Pero si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que es. (...) Así, el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es, y asentar sobre él la responsabilidad total de su existencia. Piensa, pues, que el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar al hombre. (...) Lo que la gente siente oscuramente y le causa horror es que el cobarde que nosotros presentamos es culpable de ser cobarde. Lo que la gente quiere es que se nazca cobarde o héroe. (...) Lo que dice el existencialista es que el cobarde se hace cobarde, el héroe se hace héroe; hay siempre para el cobarde una posibilidad de no ser más cobarde y para el héroe de dejar de ser héroe. (...) De acuerdo con esto, podemos comprender por qué nuestra doctrina horroriza a algunas personas. Porque a menudo no tienen más que una forma de soportar su miseria, y es pensar así: "Las circunstancias han estado contra mí; yo valía mucho más de lo que he sido; evidentemente no he tenido un gran amor, o una [40] gran amistad, pero es porque no he encontrado ni un hombre ni una mujer que fueran dignos; La mala fe no he escrito buenos libros porque no he tenido tiempo para hacerlos; no he tenido hijos a quienes dedicarme, porque no he encontrado al hombre con el que podría haber realizado mi vida. Han quedado, pues, en mí, sin empleo, y enteramente viables, un conjunto de disposiciones, de inclinaciones, de posibilidades que me dan un valor que la simple serie de mis actos no permite inferir."

¿Os suena, no? El texto es una aclaración de las ideas del existencialismo porque sus detractores no las habían entendido bien. Hace 80 años tenías que hacer un croquis si querías que las mismas ideas fueran entendidas. Hoy, en cambio, se hace difícil imaginarse otra manera de pensar.

Los de mi generación hemos crecido en un peculiar caldo de cultivo. Por un lado, hemos mamado estas ideas existencialistas. Por otro, lo hemos hecho en la abundancia material, con un mundo que se ha ido llenando de opciones. La cantidad de vidas a las que podemos aspirar es mucho mayor que antes. En cuestión de unos 50 años, un joven ha pasado de tener que deslomarse en la mina o de estar obligado a continuar con el negocio familiar a ir las jornadas de puertas abiertas de las universidades como quien va a ver si pide pizza o kebab. Muchas estructuras sociales que antes eran inamovibles hoy se pueden escoger. Y no solo sabemos que hay más opciones, sino que tenemos recordatorios constantes en nuestro bolsillo. Todos los que ves en tu red social favorita, en Youtube, en la tele o en el periódico han tenido más o menos las mismas opciones que tú. Pero tú no conseguiste hacerlo. Un FOMO social, inmenso. Todo un multiverso de otras versiones de ti que no has sabido ser.

De modo que tenemos tanto la idea de que el individuo es el único responsable de su propia felicidad, por un lado, como un mundo lleno de opciones y sus recordatorios constantes de cómo va el prójimo, por el otro. La bomba. La bomba que irradia mi, nuestra, ansiedad de fondo.